Sexto centenario. 1410-2010
intervención de Lorena Sánchez del Río
Reverenda Madre Superiora de las sucesoras de nuestra Beata Madre Carmen del Niño Jesús, familiares del también beato antequerano presbítero Enrique Vidaurreta, antequeranos de nacimiento y de corazón, buenas tardes. Paz y Bien.
Continuamos hoy con nuestro amplio programa promovido por la Comisión del Sexto Centenario “Antequera y Santa Eufemia 2010” que el ya pasado 16 de septiembre comenzó con el pontifical presidido por nuestro obispo de Málaga, monseñor Catalá Ibáñez. Estamos en el Colegio de Nuestra Señora de La Victoria, donde se encuentra el cuadro peregrino que recorrerá los templos de la ciudad durante el año del Sexto Centenario. Queremos agradecer a esta comunidad su acogida, siempre que nos dirigimos hacia ella por motivos de nuestra fe, por actividades de nuestra ciudad, por todo lo que nos une con nuestra Beata y nuestra Santa, en ese ya camino tradicional en nuestra anual procesión de las candelas.
Dentro de este variado programa, como no podía ser de otra forma, la religiosidad que marca nuestra Hermandad juega un papel importante entre nosotros, si hace dos meses el Obispo de Málaga nos recalcaba nuestra misión de evangelizar hoy, en pleno siglo XXI, y la dura labor que tenemos ahora de volver a recristianizar, la conferencia que tenemos hoy por delante juega un papel fundamental en este sentido.
Junto a mí, tengo por un lado a Madre Dolores Artacho López, que nos realizará una semblanza de las virtudes de la Beata Madre Carmen del Niño Jesús; demostrando y ensalzando el carisma que esta Beata dejó en la Congregación a la que ella pertenece.
Por otro lado, tenemos a José Luis Vidaurreta Villarejo, que nos hablará del Beato Enrique Vidaurreta Palma, presentando y mostrando aspectos de su vida esenciales para comprender el camino que tomó en su vida y le llevó a realizar un importantísimo trabajo en el Seminario de Málaga.
Y por otro lado, como Hermana Mayor de la Hermandad de Santa Eufemia, hablaré a grosso modo, del martirio de nuestra Santa. Comencemos por tanto con esta charla “Vida en Santidad; la vida de nuestros Santos y Beatos”
Como miembros de una Iglesia que es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA, estamos llamados a la santidad, un camino que muchas veces nos empeñamos en renunciar a él.
Ese camino a la santidad, comienza por hacer examen de conciencia, reconocer nuestras debilidades y hacer una renovación de nosotros mismos.
Este mismo camino es el que han realizado todos los santos y personas que han vivido en santidad, que conocemos hoy en día, y que nosotros queremos dar a conocer un poco más en profundidad, precisamente para demostrarnos a nosotros mismos que ese camino es complicado, difícil, pero que se puede llegar a conseguir.
Por esta razón celebramos esta conferencia en tres vertientes, por un lado conocer a la Virgen y Mártir Santa Eufemia, Patrona de Antequera, que fue llevada a la Santidad en una época muy distinta a la nuestra; por otro lado el camino que llevó a Madre Carmen del Niño Jesús a ser Beata antequerana, tras un importante proceso de reconversión interior y de demostrar la grandeza de Dios; y por otro al Beato Enrique Vidaurreta Palma, cuyo trabajo y papel en Antequera, pero especialmente en el Seminario de Málaga desempeñó. Ojalá pronto, el santoral de nuestra Iglesia, tenga a santos antequeranos.
Es necesario recalcar que tanto la época de Santa Eufemia (siglo cuarto después de Cristo) a la que han vivido nuestros Beatos antequeranos, uno finales del siglo XIX y otro principios del XX, nada tienen que ver. La Iglesia se regía por otras normas diferentes con el Concilio Vaticano II de ahora.
Santa Eufemia, era miembro de una familia noble de Calcedonia, situada en Asia, allí creció en una época precisamente donde se adoraban a muchos dioses. Estamos hablando de tres siglos tras el Nacimiento de Cristo, por lo que debemos entender la situación en la que se encontraban y reunían los primeros cristianos, muchos de ellos en la sombra, en varios textos de los evangelios conocemos como se desarrollaban las primeras comunidades cristianas.
Pero Santa Eufemia, hija de Filofronio y Teodora, no se encontraba dentro de estas comunidades, pero sí podemos deducir que las llegó a conocer. Es complicado situarse en aquella época, en Bitinia, en Calcedonia –para que todos podamos comprender mejor donde se encuentra, es en Turquía--. Su familia era conocida, puesto que su padre era senador de aquella ciudad, la joven Eufemia, era de clara hermosura, castidad y modestia. No podemos hablar de unas comunidades cristianas en clandestinidad, pero sí de obedecer a lo que marcaban emperadores y regentes en estas zonas; de ahí el que su familia fuera invitada a una fiesta solemne dedicada al Dios Marte. El problema surgió cuando la familia sí acudió, pero la joven desistió de hacerlo por contaminar su alma con tan acto abominable. Su ausencia pronto se notó por parte de los sacerdotes que dieron la señal de alarma al procónsul Prisco.
Éste la mandó llamar y persuadirle de sus ideas, para lo que la joven Eufemia, seguía sin caer en sus amenazas y tentaciones, la mandó a prisión, para días más tarde llevarla a audiencia pública, en la que la joven niña continuó afirmando su decisión: “Yo quiero que mi vida sea siempre un rendimiento convencido y generoso al Dios Absoluto”.
Ante esta afirmación se le mandó atormentar. A partir de aquí comienza el martirio de Santa Eufemia, recibiendo azotes con barras de hierro, la colocaron en el ecúleo (potro de tormento) donde se les descoyuntaron brazos y piernas, después se creó una rueda con cuchillos con la Santa atada, rezando a Dios en todo ese momento, haciendo oración, y cuentan los escritos, que un ángel bajó y la desató, muriendo en ese momento la persona que había creado esa rueda. Después encendieron un horno para quemar a la Santa, por aquel suceso ocurrido, pero vieron que dos ángeles le amparaban y no se atrevieron a echarla. A pesar de todo esto, el procónsul continuaba sin querer aceptar a aquel Dios del que hablaba la Santa, decidió que la aserraran, pero las sierras perdieron su fuerza, volviéndose blandas. Viendo todo esto Prisco continuó en su decisión y la echó a las fieras. Santa Eufemia cansada de tanto martirio pidió a Dios que fuese aquel el último y entregar su vida por su fe. Y así fue, un león se alzó sobre sus rodillas y le dio un zarpazo, pero sin salir sangre y sin heridas, y el resto de las fieras mansas, comenzaron a lamerle los pies, fue el último suspiro de la Santa y expiuró. Tras esto, hubo un gran terremoto, durante el que la gente huyó y los padres de la joven pudieron retirar su cuerpo, para ser enterrada fuera de la ciudad.
Este martirio se dio a conocer a la gente, y se fue proclamando entre los pueblos y ciudades vecinas, tanto que pronto se comenzaron rezar y orar a esta Santa. Fue Constantino el que mandó edificar la iglesia de Santa Eufemia, donde precisamente más tarde se celebraría el Concilio de Calcedonia y el principal milagro que la llevó a ser Santa. Los obispos reunidos en aquel concilio (cuentan las crónicas que casi 600 obispos) se reunían para tratar las verdades de nuestra fe, entre una de esas verdades se hablaba de las verdades de la iglesia. Se decidió escribir dos libros una con el contenido de la iglesia euquiana y otra de la ortodoxa, se abrió la tumba de la santa y se colocaron los dos junto a ella. Días después, se abrió, y se encontró el libro herético a sus pies y el ortodoxo en su pecho.
Esta circunstancia llevó a la proclamación de la joven virgen y mártir como Santa, sus milagros y reconocimientos se fueron extendiendo por toda Asia por lo que pronto se fueron edificando iglesias en su nombre.
Como particularidad, destacar que los misterios a cerca de Santa Eufemia no quedan ahí, también encontramos el misterio que rodea a su sarcófago, cuando en el año 800 fue quemada su iglesia, y éste fue arrojado al mar. Poco después un joven, lo encontró, arrastrándolo por dos caballos y ante la mirada de la gente, fue llevado hasta la iglesia de San Francisco, donde fue abierto y descubrieron el cuerpo incorrupto de la Santa. Desde entonce la iglesia es la de Santa Eufemia, donde sigue encontrándose hoy, en Rovinj en Croacia.
La Santa se suele representar, no sólo como la encontramos hoy en día en la iglesia de las Monjas Mínimas, con los dos leones, uno a sus pies y otro en su rodilla, el libro que contiene la verdad de la iglesia y la palma, símbolo de los mártires. También podemos encontrar a Santa Eufemia, representada con una rueda con cuchillos, una espada e incluso un oso, porque en algunas crónicas se habla de que se le arrojó a esta fiera y no los leones.
Como decía al principio, estamos la proclamación del martirio y virtudes de la Santa, se fue traduciendo en la historia a través de autores griegos y latinos, muchos de los cuales, les llegaban versiones diversas, pero en lo que coincidían todos, fue en la tenacidad de la joven en creer en Dios, pese a todo el sufrimiento al que fue sometido; y el milagro del Concilio de Calcedonia, que la llevó a ser protectora de la ortodoxia.
Por parte de la iglesia, la Santidad es un camino que todos debemos emprender, Santa Eufemia fue en el camino del martirio, el camino de la fe en una época en la que nada parecía lo que era, donde pocos se atrevía a declarar de forma firme la creencia en Dios y en su Hijo Jesucristo.
Muchos son los santos que encontramos dentro de la Iglesia, y dentro de ella Beatos, una palabra que puede llevar a la confusión, término que muchos emplean despectivamente en determinadas ocasiones para hablar de aquella persona clara en su fe, que la lleva tanto en la vida espiritual y personal. Pero es precisamente la palabra de “beato o beata” la necesaria y esencial para ser santos; para comenzar el camino de la Santidad que se marca desde la Iglesia. Conozcamos pues, la vida de dos antequeranos, que han sabido enmarcar en sus vidas, la Beata Madre Carmen y el Beato Enrique Vidaurreta.
Intervención de José Luis Vidaurreta Villarejo
Corría el año 1410 y la plaza de Antequera se rendía a las tropas del Infante D. Fernando, a la par los antequeranos tomaron por su Patrona a Santa Eufemia. El próximo año 2010 será el Sexto Centenario de ambos acontecimientos.
El texto de la Historia de Antequera de Alonso García de Yegros:
Por la victoria que los cristianos alcanzaron cuando ganaron Antequera en diez y seis de Septiembre, eligieron por su Patrona a la gloriosa Virgen y Mártir Santa Eufemia, cuya fiesta se celebra por la Iglesia en aquel día. Y aunque en ese día diez y seis de Septiembre celebra la Iglesia otros santos, que son Cornelio, Cipriano, Germiniano y Lucía, solo eligieron los de Antequera a Santa Eufemia por su Patrona, y no a otro alguno de los demás santos. Y aunque no se ha podido averiguar la principal causa que les movió a ello, con todo esto se puede conjeturar que debió ser que entre todos aquellos santos solo Santa Eufemia se ha aparecido en España.
Como consecuencia de esta efeméride, la Hermandad de Santa Eufemia ha organizado diversos actos, entre ellos el que estamos realizando y en el que evocamos a los dos Beatos que tienen Antequera, la Beata Madre Carmen del Niño Jesús y el Beato Enrique Vidaurreta Palma.
Sobre la Beata Madre Carmen, nos hablará Sor María Dolores Artacho, hija de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, fundada por Madre Carmen y sobre el Beato Enrique Vidaurreta, intentará hacerlo brevemente el que os habla, sobrino carnal de Enrique Vidaurreta.
El Beato Enrique Vidaurreta, su vida y su obra, es poco conocida por los antequeranos de hoy como consecuencia del tiempo transcurrido desde su muerte y que su vida se desarrollo fuera de Antequera, sus últimos años como Rector del Seminario de Málaga que simultaneó con el de Párroco del Santuario de Ntra. Sra. de la Victoria. En Antequera se le conoce porque hay una calle llamada Presbítero Enrique Vidaurreta y poco mas. Por cierto la mencionada calle lleva sobre 20 años sin rotular.
El Beato Enrique Vidaurreta, nace en Antequera el día 10 de Octubre de 1896 en calle Calzada, en la casa que hace esquina con la calle del Obispo y que se llamó callejón de Dª María, sus padres Purificación Palma González del Pino y Enrique Vidaurreta Carrillo, Teniente de Navío de la Armada Española, que muere en la Batalla de Santiago de Cuba. Enrique es Bautizado en la Capilla Baptisterio de la Iglesia Parroquial de San Sebastian por el Canónigo de la misma D. Nicolás Lanzas García, se le imponen los nombres de Enrique de Sagrado Corazón de Jesús, María de la Purificación, Antonio, José, Ildefonso, Francisco, Luis y Bibiano de la Santísima Trinidad, según costumbre que se tiene en Antequera.
De su niñez se conoce muy poco, con dos escasos años queda huérfano de padre, por lo que su madre dedica su vida a la educación de sus dos hijos, Enrique y su hermano mayor Santiago. Muy especialmente quiere para ellos una buena formación; sobretodo moral y cristiana.
En Antequera aprende las primeras letras se le enseña nociones de urbanidad, geografía, caligrafía, algo de latín, piano y religión.
A tan temprana edad, da señales de su vocación sacerdotal como veremos en la anécdota que contaremos mas adelante. Enrique y su hermano son confirmados en la Parroquia de San Sebastian por el Rvdmo. Sr. Don Juan Muñoz Herrera, Obispo de Málaga.
En cierta ocasión (esta es la anécdota a que me refería anteriormente) el Sr. Obispo, D. Juan Muñoz Herrera al visitar la casa de mi abuela, como antiguo amigo de familia, la madre de Enrique quiso, como todas las madre del mundo, presentar las joyas de su casa en toda su vistosidad; una de ellas era Enrique diciendo Misa. Este con respetuosa obediencia, se revistió de ornamentos que tenia a su medida y con la serenidad y sencillez del que va a hacer el acto mas familiar de su vida, subió devoto a un pequeño altar y con exactitud de ceremonias comenzó su Misa. El Sr. Obispo abría sus ojos a la admiración. Aquello parecía una realidad distinta, sólo turbada por el comentario que el Prelado hacía con los presentes. Al terminar el Sr. Obispo advirtió al diminuto celebrante una inexactitud litúrgica en el rezo de las oraciones.
Me parece, le dijo, que has dicho la oración de San A y hoy celebramos la fiesta de San X. El improvisado celebrante no se inmuta; estaba seguro de su conocimiento litúrgico y contestó rápido al Prelado.
Si señor; esa es la fiesta que celebramos y esa fue la primera oración que dije; la otra ha sido una conmemoración que hoy se dice en segundo lugar. Es lo que V.E. habrá oído.
En el curso 1905-1906, Enrique entra en el Colegio de los Jesuitas del Palo, donde con el tiempo es nombrado Príncipe del Colegio y Prefecto de la Congregación Mariana.
Acabado el curso 1908-1909, Enrique se inclina por ingresar en la Compañía de Jesús, pero por sugerencias de su madre se trasladan a vivir a Madrid, donde su hermano estudiara en la Universidad y Enrique ingresa en el Seminario como alumno externo. En este Seminario recibirá las órdenes de Tonsura, Subdiaconado, Diaconado y el 14 de Junio de 1919 el Presbiterado. El 24 de Junio de ese mismo año celebra su primera Misa solemne en la Iglesia de San Francisco de Antequera.
El año 1919 es concluyente en la vida sacerdotal de Enrique. Un día encuentra al obispo D. Manuel González, hoy también Beato, que conoce a su familia con motivo de las frecuentes visitas que hace a Antequera. Aquellas conversaciones cambian el rumbo de la vida del joven sacerdote, que decide incorporarse a la diócesis de Málaga, Don Manuel le quiere tener cerca para conocerlo mejor. Le nombra capellán del Asilo de San Manuel que dirigen las Hijas de la Caridad y que se encuentra en la zona de mayor pobreza de Málaga, la playa de San Andrés y la barriada del Bulto. Al mismo tiempo le encomienda la administración del “Granito de Arena”, revista fundada por D. Manuel cuando estaba en Huelva y que traslada a Málaga cuando es nombrado Obispo.
Esta última responsabilidad hace que la relación entre D. Manuel y Enrique, sean muy frecuentes y confirma la buena impresión que el Obispo tenía de Enrique.
Al año aproximadamente, D. Manuel envía a Enrique al Seminario como formador y prefecto de disciplina. También llega a Málaga el sacerdote valenciano Don José Soto Chuliá que es nombrado director espiritual.
D. Manuel quiere ser el formador de los sacerdotes de la diócesis que preside en nombre de Jesucristo y decide ser él mismo, el Rector del Seminario, nombra a D. Manuel Domínguez vice-rector, Enrique como ya hemos dicho prefecto de disciplina y D. José Soto, director espiritual.
Ha sido el gran paso del Obispo reformador del Seminario. Edificio nuevo, renovado equipo sacerdotal dedicado por entero al Seminario, que comparten su pensamiento, el contenido de formación a impartir y el modelo de vida sacerdotal a impulsar.
D. Manuel González desea que los restos de sus padres sean enterrados en la capilla del Seminario, donde permanecerán hasta que son saqueados en los sucesos de 1936.
Finalizada la ceremonia y el funeral, D. Pablo que es el administrador del Seminario, reza antes del desayuno y a continuación comunica a todos los presentes: Me ha dicho el Sr. Obispo que comunique a Vdes. que desde hoy tenemos nuevo Rector en el Seminario. Se trata de D. Enrique.
Para Enrique fue el último discernimiento, aplazado en muchas ocasiones. Su duda, si debía ingresar en la Compañía de Jesús había sido resuelta. En los apuntes del nuevo Rector figura la siguiente anotación: Hasta que el Sr. Obispo me ha dado el nombramiento de Rector no había visto clara mi vocación para el clero secular.
Como muchos sacerdotes que procedían de familias económicamente acomodadas, él se incardinó en la diócesis con el título de patrimonio, hoy inexistente.
De ese patrimonio él viviría y lo compartiría. Enrique será un sacerdote como todos, vivirá las posibilidades y las carencias, también en lo económico, como los demás hermanos sacerdotes. Nada de privilegios.
Esto no era más que una expresión de su incondicional actitud ante el Obispo. Alguno de los seminaristas de aquellos años han dicho: “Nos inculcó a todos el respeto y el amor al Obispo. Desde los primeros cursos de latín aprendíamos la difícil regla de la perfección contenida en el cumplimiento de los más mínimos deseos del Obispo”.
Enrique es persona sobria y de talante recto; pero sabe que ser Rector es también ser padre.
Se siente responsable de la vida del Obispo y expone la suya propia. El 13 de Mayo de 1931 sube en un taxi a los montes cercanos a la ciudad en busca de D. Manuel, que se ha refugiado en casa de unos amigos. Le acompaña D. Pablo. La casa está rodeada por varias filas de hombres armados. Pasan ante la mirada de todos.
Enrique y D. Pablo quieren estar junto al Obispo y remediar, si es posible, sus muchas necesidades porque todo lo suyo ha sido destruido en el incendio del obispado en la noche anterior.
D. Manuel les comunica que ha decidido trasladarse a Gibraltar por unos días ante el cariz que han tomado los acontecimientos. Enrique y D. Pablo le acompañan hasta la carretera de Cádiz. Desde entonces, Enrique vivirá con fidelidad exquisita las líneas señaladas por el Obispo para la formación de los seminaristas durante el tiempo que D. Manuel reside en Gibraltar, Ronda y Madrid.
Enrique tuvo preferencias teológicas: Santo Tomas de Aquino, el cardenal Mercier y Balmes. Enrique fue maestro especialmente de espiritualidad y de vida sacerdotal. No tenía prisa en la terminación de los estudios de los candidatos al sacerdocio. Establece el Ratio Studiorum e implanta seis años de Humanidades, cátedra de griego durante cinco años, tres de Filosofía y cuatro de Teología. Si algún seminarista al concluir los estudios no puede ser ordenado por algún motivo, incluido la falta de edad, Enrique le da la posibilidad de estudiar Derecho Canónico.
La biblioteca del Seminario se enriquece con los mejores libros que se editan, y las revistas nacionales y extranjeras llegan al Seminario. El Seminario tiene buenísimas calificaciones en espiritualidad y la formación académica ha subido muchos enteros en los años que Enrique fue el Rector.
Nos situamos en el atardecer del jueves 16 de Julio de 1936. Como todos los años, un grupo de sacerdotes, 33 para se exactos, se reúnen en el Seminario para hacer Ejercicios Espirituales, que dirige el jesuita P. García Alonso. El viernes sube el Obispo D. Balbino Santos Olivera con intención de hacerlo todos los días. El sábado día 18 desde el Seminario se oye tiroteo intenso en las calles de Málaga. El Obispo baja con rapidez y, poco después telefonea para tranquilizar, diciendo que se trata de un movimiento del ejército.
Los días 19 y 20 celebran la Santa Misa y esperan para desayunar al Rector que es el último en celebrar la Eucaristía. El día 21 los tiros están mas cercanos, asaltan el colegio de los salesianos y al rato la explanada del Seminario es ocupada por una multitud tumultuosa.
Una voz grita “Camaradas, respetad a estos hombres que se han entregado sin resistencia”. Son detenidos y conducidos al Gobierno Civil, el Rector, informa al Gobernador de lo ocurrido y este le contesta “si no hay nada contra Vdes. serán puestos en libertad, pues la Republica no quiere molestar a nadie.
Las cosas no ocurren así. A las 5 de la tarde pueden comprar unos bocadillos y son trasladados a la cárcel en dos camiones abiertos, en los que van 44 personas, entre sacerdotes diocesanos y salesianos.
En la cárcel continúan los Ejercicios Espirituales. Ofrecimiento de obras, meditación, oración en silencio… Espacio, el patio y un salón grande conocido como “brigada de los curas”.
Durante los días de prisión, Enrique, junto con el P. García Alonso confiesa a los marinos del Sánchez Barcaiztegui y del Churruca, que estaban prisioneros y que fueron fusilados.
Una tarde los aviones nacionales, bombardean los depósitos de la Campsa. En la cárcel hay orden de poner en fila los escogidos para ser fusilados en represalia. Entre ellos han escogido a un sacerdote que esta enfermo. Enrique intercede por él: ¿Por qué no le dejáis, no veis que está enfermo?. La respuesta del miliciano no es extraña. “Anda, vente tú también con nosotros. D. Francisco Pineda Conde que fue Vicario de Antequera, y también estaba prisionero dice que D. Enrique lo que hizo fue ofrecerse a cambio de este sacerdote enfermo. La madrugada del 30 al 31 de Agosto se inicia el Calvario hacia el cementerio de S. Rafael. Con Enrique salen un padre franciscano, el arcipreste de Marbella D. José Vera, D. José Ortega, D. José Gil, D. Cristóbal Reguero, D. José Santamaría, D. Juan Gómez, D. José Lucena, D. Antonio Núñez, D. José Corrales, D. Francisco Palomo y D. Ángel Ramos este último también de Antequera.
El testimonio del P. García Alonso sobrecoge.
“D. Enrique salió para la muerte con la misma reverencia con que salía de la sacristía para celebrar la Santa Misa”.
En la Catedral de Málaga, hay una capilla dedicada a Ntra Sra. de los Dolores, conocida como Capilla de los Mártires. La primera a mano derecha entrando por la puerta principal. En su cripta hay una lapida en la que se lee:
BIENAVENTURADOS SEÑOR
LOS QUE HABITAN
EN TU CASA, TE ALABARAN
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS.
PS. 83 –V5-
YACEN EN LA CRIPTA
DE ESTA CAPILLA, LOS
RESTOS DE LOS MIL CIEN HERMANOS
NUESTROS QUE EN DEFENSA
DE SUS NOBLES IDEALES
OFRECIERON A DIOS
SUS VIDAS EN MÁLAGA.
AÑO 1936-1937
SEÑOR CONCEDELES LA PAZ ETERNA.
El Beato Enrique Vidaurreta Palma, fue Beatificado en Roma el 28 de Octubre de 2007, junto con otros 497 mártires de la persecución religiosa, llevada a cabo en España en los años de la II Republica.
El procurador de la causa de beatificación afirmó que D. Enrique podría ser –cuando la Iglesia lo estime conveniente- canonizado no sólo como mártir sino como “confesor”, porque su vida, conocida durante el proceso, es realmente de un sacerdote santo, incluso sin el martirio final.
Intervención de Sor Dolores Artacho
“La santidad es el adorno de tu Casa, Señor,
por días sin término” (Sal 92,5)
INTRODUCCIÓN
La Antequera en poder musulmán es reconquistada para Castilla y para la Fe de Cristo en 1410.
Saludos, hermanas, hermanos, que en este 22 de noviembre de 2009 celebramos los albores del VI Centenario.
Mi madre nos recitaba un romance sobre “La toma de Antequera” en el que se recuerda a la ciudad la feliz llegada del Infante Don Fernando, lleno de valor y gallardía:
“… al ver que eras tan hermosa,
tan cristiana, tan guerrera,
exclamó en un gesto bravo
de español y de poeta:
‘o pierdo todos mis reinos,
o mía será Antequera’.
Y suya fue, pues Dios mismo
es quien ayuda a la empresa…”
Así lo canta el romance. Así fue. La Historia recoge los hechos.
La Fe, además, lee, al compás de cada gesta, los designios de la Providencia Divina.
En aquel 16 de septiembre de 1410, con el patronazgo de Santa Eufemia, se inicia en Antequera una etapa en cuya historia se entreteje la fe cristiana.
“Eu-femia”, es igual a ‘palabra buena – bella’, si atendemos al significado griego del nombre.
Podríamos decir que Santa Eufemia es la palabra buena y bella que Dios dice a Antequera como augurio de su fe cristiana secular.
Y en los seis siglos transcurridos, ‘bella y buena palabra’ de fe es cada iglesia, cada torre y cada hornacina; y el magnífico patrimonio artístico religioso; palabra buena y bella, el tañido de campanas que llaman a la oración, recuerdan la hora del Ángelus, doblan por los difuntos o repican a fiesta; palabra buena y bella de fe es cada Orden o Congregación religiosa, cada Parroquia y cada Institución de Caridad surgidas o asentadas en estos seis siglos de Evangelio en Antequera.
Pero, sobre todo, la más buena y más bella palabra es la VIDA EN SANTIDAD con que proclamaron su fe tantos creyentes, anónimos o conocidos, fieles a Dios y entregados al prójimo, que han florecido en este suelo cristiano desde 1410.
Buena y bella palabra, entre esos frutos de santidad, es la Beata Madre Carmen del Niño Jesús, de quien la Comisión del VI Centenario me encarga hablaros hoy.
De ella, empezando por lo más cercano en el tiempo, quiero presentar algo de su vida en santidad, proclamada; vida en santidad, comprobada; vida en santidad, reconocida.
VIDA EN SANTIDAD, PROCLAMADA
El día 6 de mayo de 2007, después que el Sr. Obispo de Málaga da a conocer su petición al Santo Padre para que se digne inscribir en el número de los Beatos a la Venerable Sierva de Dios Madre Carmen del Niño Jesús González Ramos, el Padre Antonio Sáez de Albéniz, Trinitario, Postulador de la Causa, lee, ante los asistentes a la ceremonia, un resumen de LA VIDA EN SANTIDAD,
Dice así:
MADRE CARMEN DEL NIÑO JESÚS (1834 – 1899)
La Venerable Sierva de Dios María del Carmen González Ramos nace en Antequera, provincia de Málaga, el día 30 de junio de 1834, en el seno de una familia cristiana y de elevada posición.
Es la quinta hija de D. Salvador González y D.ª Juana Ramos, su segunda esposa. Recibe las aguas bautismales al día siguiente de su nacimiento, en la Colegiata de Santa María.
Desde niña, Carmen es querida por su bondad y simpatía, su corazón generoso y su actitud conciliadora, la inteligencia y viveza de su carácter, su disposición y habilidad para las tareas de la casa.
El ambiente familiar ayuda a cultivar la sensibilidad espiritual de la pequeña, que destaca por su intensa piedad manifestada de modo especial en el amor a la Santísima Virgen y a la Eucaristía.
Es grande su amor a los pobres, a quienes visita y socorre.
A los 22 años, segura de que hace la voluntad de Dios, contrae matrimonio con Joaquín Muñoz del Caño. Comienza una etapa larga y difícil en la que Carmen da pruebas de magnanimidad y fortaleza sostenida por una fe intensa y una caridad heroica.
A pesar de las dificultades, ella es esposa fiel, señora de su casa, ángel bienhechor de los necesitados. Es miembro de la Conferencia de San Vicente de Paúl, que la elige Presidenta en 1875.
La constante solicitud, la oración y penitencia durante veinte años, se ven recompensadas cuando, al fin, Joaquín pide perdón por sus extravíos y enmienda su vida.
Ella dice con frecuencia: “Todos mis sufrimientos los doy por bien empleados con tal que se salve un alma”.
Carmen queda viuda, sin hijos, a los 47 años. La grandeza de su espíritu, el amor a los necesitados, el impulso apostólico de su alma, la llevan a buscar la voluntad divina sobre su vida y el modo de “enseñar a las almas a conocer y amar a Dios”.
Intensifica su dedicación a los pobres y su vida de piedad. El 30 de noviembre de 1881 es nombrada Maestra de Novicias de la Venerable Orden Tercera de San Francisco.
Los niños pobres de medios, de cultura, de fe, llaman con fuerza a su corazón que ve en ellos la presencia de Jesús Niño.
Con la orientación del Padre Bernabé de Astorga, Capuchino, en diciembre de 1882, Carmen acoge en su casa un grupo de niñas pobres para enseñarles a leer y escribir, a rezar y saber el Catecismo. Se le unen algunas jóvenes que comparten su inquietud y se pone la semilla de lo que será una Congregación religiosa.
Al fin, el 8 de mayo de 1884, Carmen González Ramos y sus primeras compañeras, llegan al Convento de Nuestra Señora de la Victoria. Es el primer paso de las Hermanas Terciarias Franciscanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María. El 10 de julio del mismo año el Sr. Obispo de Málaga aprueba las Constituciones.
Desde la Congregación atiende de forma organizada la pobreza cultural y religiosa que ha visto en tantos niños de familias pobres y también las necesidades materiales y corporales.
Su ardor apostólico le hace repetir: “Cuando miro al cielo, se acrecientan mis deseos de ir por esos mundos a enseñar a las almas a conocer y amar a Dios”.
Crece el número de Hermanas y en 1886 comienza la fundación de nuevas Casas fuera de Antequera.
La vida de Madre Carmen al frente de la Congregación pasa por grandes pruebas y dificultades, calumnias, oposición dentro y fuera del Instituto.
A todo ello responde con el silencio, la humildad, el perdón, la inquebrantable confianza en la Divina Providencia y la total docilidad a la Santa Madre Iglesia.
También ahora el amor, la humildad, la fortaleza, la caridad y el perdón marcan su sentir y su actuar. Los misterios de Belén, el Calvario y la Eucaristía son la fuente viva donde su espíritu recibe aliento y claridad.
En los 15 años que transcurren desde su entrada en el Convento Nuestra Señora de la Victoria hasta su muerte, la Congregación se extiende por las regiones españolas de Andalucía, Castilla y Cataluña; abre once Comunidades, que atienden Colegios, Hospitales, Guarderías y Escuela para Obreras.
Fallece en Antequera, a los 65 años de edad, el día 9 de noviembre de 1899. Pronto se extiende su fama de santidad.
S.S. Juan Pablo II promulga el Decreto de virtudes heroicas el 7 de abril del año 1984.
El 26 de junio de 2006, Su Santidad Benedicto XVI autoriza la promulgación del Decreto que reconoce la curación milagrosa obtenida por intercesión de la Venerable Madre Carmen del Niño Jesús González Ramos.
A continuación, después que el Postulador termina la reseña biográfica, Su Eminencia el Cardenal Saraiva lee la Carta Apostólica:
Acogiendo el deseo de nuestro hermano Antonio Dorado, Obispo de Málaga, así como de otros muchos hermanos en el episcopado, y de numerosos fieles, una vez consultada la Congregación para la Causa de los Santos, declaramos con nuestra autoridad apostólica, que la Venerable Sierva de Dios MADRE CARMEN DEL NIÑO JESUS GONZALEZ RAMOS, Religiosa Fundadora de la Congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones, que amó a Dios y practicó la caridad en todos los estados de vida y se entregó a la educación de niños pobres y a la atención de enfermos y necesitados, puede ser llamada Beata en lo sucesivo y se podrá celebrar su fiesta, en los lugares y el momento establecido por el derecho, cada año, el día 8 de Mayo.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el año de 2007, tercero de nuestro pontificado.
BENEDICTO PP. XVI
Recordamos con emoción los aplausos, mientras se descubre la gigantografía de la Madre, el solemne Aleluya, las campanas de Antequera tocando a gloria.
Tanto en la reseña biográfica del Postulador como en la Carta Apostólica, se subraya la VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen en todos los estados de vida, Y así la propone la Iglesia, como un modelo para todos los estados de vida.
VIDA EN SANTIDAD, PROBADA
Pero ¿cómo se llega a la Beatificación? ¿Qué ha sucedido antes de esta solemne proclamación hecha en nombre y con la autoridad del Santo Padre?
La luz verde para asegurar la Beatificación y poder señalar el lugar y la fecha de la ceremonia, nos llegó el 26 de junio de 2006, cuando Su Santidad Benedicto XVI firmó el Decreto de Milagro, a la vista del Informe emitido por los Sres. Cardenales y Obispos reunidos el 7 de febrero del mismo año para examinar las Conclusiones de los Consultores Teólogos y los Peritos Médicos de la Congregación para las Causas de los Santos.
Este proceso, que es el habitual en la Iglesia, exigido como garantía antes de ofrecer a los creyentes un modelo de vida ejemplar concretado en una persona, en el caso de Madre Carmen, hoy, en esta primera década del siglo XXI, nos ofrece además el interés y la certeza de lo testimonial.
En el año 2005, concretamente el día 16 de septiembre, a las cinco de la tarde, se reúne en Roma el Congreso Especial de la Congregación para las Causas de los Santos, constituido – según el reglamento del Dicasterio- por el Promotor General de la Fe, que actúa como Presidente, y seis Consultores Teólogos, para discutir sobre el presunto milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Madre Carmen del Niño Jesús.
El caso de que se trata es la curación de Sor María José Rodríguez, nuestra Sor María José de Latín y Griego.
Están presentes en la Sede todos los Consultores prescritos.
Del voto que ellos emitan, depende que el Proceso continúe y llegue a los Cardenales y al Santo Padre, y que se firme el Decreto de Milagro.
¿Qué examinan los Consultores antes de dar su voto?
Examinan:
- La certeza de la enfermedad, en 1991,
- la verdad de la curación
- y la verdadera intercesión de Madre Carmen.
Certeza de la enfermedad
Aludíamos al interés de lo testimonial. Y es que en la documentación que tienen en sus manos están los relatos de Sor Piedad Ríos, Sor Gracia Palomo, Sor Concepción Moreno. Ahí constan: los primeros síntomas de malestar, el viernes de Dolores,
la accidentada visita, porque se agravaba, al Dr. Rojas Tapia en pleno horario de Procesión del Jueves Santo, los análisis y el traslado al hospital de Antequera,
el casi desahucio, y el temor por la vida de Sor María José, el traslado al hospital oncológico de Sevilla, la intervención quirúrgica, …
Muchos de nosotros seguimos en directo la secuencia de aquellos hechos, porque los vivimos de cerca, en el mismo tiempo y escenario que ocurrieron.
Certeza de la curación
Para dictaminar sobre la certeza de la curación, los Consultores estudian los diagnósticos, tratamiento, pruebas, y los testimonios de doctores y personal especializado que la atendió en Sevilla: Alfonso Acedo, Julia del Valle, Francisco López, Felicia Sánchez, Sor Ana Vegas,…Todos conocidos, cercanos, presentes en la Beatificación.
Y también examinan las conclusiones de los Peritos Médicos exteriores, a los que se confía el detallado estudio del caso.
Impresiona leer cómo uno tras otro, todos coinciden al admitir que, ante esta curación total, rápida, sin tratamiento, sin consecuencias, y duradera en el tiempo, LA CIENCIA ACTUAL NO TIENE EXPLICACIÓN. Por tanto se puede afirmar que ESTAMOS ANTE UN HECHO MILAGROSO.
Prueba de intercesión
Pero, ¿cómo se prueba que ha sido por intercesión de Madre Carmen?
Los Consultores Teólogos examinan los testimonios recogidos en su día, bajo juramento, por el Tribunal Eclesiástico de Sevilla.
También aquí nos sentimos parte viva de los hechos. Las Hermanas, Madre Ángeles, Sor Piedad, Sor Concepción, Sor Gracia aseguran que ellas, las demás Hermanas, la misma Sor María José, profesores, alumnos, familias, amigos,…acudieron a Madre Carmen desde el principio.
Se recoge el testimonio de Sor Mª Gloria, que vino con los alumnos de COU –en silencio desde La Inmaculada hasta La Victoria- para pedir la curación. Y los de profesoras que rezaron con sus alumnos a Madre Carmen: Pepita García, Mari Carmen Villalón, Anita Sánchez, Loly Ríos. Testimonios de Pepe Berrocal, Pilar Muñoz, Ana Cárdenas, Mª Teresa Guerrero, la Coral, Magisterio, el Colegio entero…
Cada uno de los Teólogos emite su juicio con claridad: Se afirma que ha existido un nexo causal entre la invocación a la Sierva de Dios y la curación, completa y duradera, de la grave enfermedad. No hay duda de que antes de la intervención y durante la misma, ha habido una amplia, confiada y clamorosa intercesión a la Sierva de Dios por la curación de Sor María José. No hay duda sobre la intercesión de la Venerable Madre Carmen a favor de la curación.
Es admirable cómo Dios, a través de la Iglesia, en esta prueba para reconocer y proclamar la VIDA EN SANTIDAD, se ha servido de personas y hechos tan cercanos a nosotros, tan vivos en nuestra memoria y nuestros relatos.
“La vida de los santos, -dice S.S.Benedicto XVI en su encíclica “Deus caritas est”-, no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de su muerte. En los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”
Confirmación de las pruebas
El Promotor General de la Fe, en aquel 16 de septiembre de 2005, en la Conclusión al término del debate dice que ‘los Consultores Teólogos han expresado unánimemente un juicio afirmativo, – 7 / 7-, ratificando en la curación de Sor María José un milagro de 3º grado, obrado por Dios a través de la intercesión de la Venerable sierva de Dios Madre Carmen del Niño Jesús. Y que los Reverendísimos miembros del Congreso auspician que esta ejemplar religiosa, pronto sea propuesta, si place al Santo Padre, para la Beatificación.
Hay que tener en cuenta que, antes admitir a estudio una posible prueba, debe existir el reconocimiento previo de esa vida en santidad
VIDA EN SANTIDAD, RECONOCIDA
En 1984, primer año centenario de nuestra Congregación, el Papa Juan Pablo II firmó el Decreto de Virtudes heroicas, el primer reconocimiento oficial de la Iglesia sobre la VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen.
En él se recogen los pasos del Proceso hasta aquel momento.
Leemos:
“… La fama de su santidad, que durante su vida fue brillante, se mantuvo después de su muerte; por lo cual, desde el año 1945 a 1950, en la Curia Episcopal de Málaga, se introdujo el Proceso Ordinario informativo (…),
Se introdujo la Causa de Beatificación y Canonización en 1963 (…)
En octubre de 1969 se aprobó la validez jurídica del Proceso Apostólico sobre las virtudes en particular (…).
Reunidos los Cardenales en Congregación Ordinaria en febrero de 1984, reconocieron que la Sierva de Dios había practicado de un modo heroico las virtudes teologales, las cardinales y las que les son anejas.
Hecho sabedor de todo esto (…) el Sumo Pontífice Juan Pablo II, aceptando los votos de la Sagrada Congregación (…) declaró: Que constaba de las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad para con Dios y para con el prójimo, además de las cardinales Prudencia, Justicia, Templanza y Fortaleza y de las que se relacionan con ellas, de la Sierva de Dios María del Carmen González Ramos del Niños Jesús, en un grado heroico (…) Dado en Roma el día 7 de abril del año Jubileo de la Redención 1984.”
También los que ofrecieron sus testimonios en este largo Proceso, forman parte de la vida, recuerdos, familias y vivencias que en esta Antequera cristiana experimentaron la VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen.
Unos, dan fe de gracias y curaciones recibidas por su intercesión. Ahí figuran los padres de varios niños que sanaron milagrosamente, como Pepita Álvarez Casaus, Alfonso Jiménez Santos, Mª Luisa Rojas Tapia, Dulce Nombre López Burgos,;
y médicos que avalan el testimonio: D. Bonifacio Sola, D.José Cámara, D. Juan Luis Morales, D. Salvador Artacho, D. Francisco Jiménez Reina.
Otros son testigos directos de LA VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen, que vivieron con ella o la conocieron, y dan fe de sus virtudes heroicas tanto en su vida de seglar como de religiosa.
Entre las Hermanas, encontramos a Sor Jesús María, su enfermera; Madre Trinidad, Sor Laureana, Madre Camila, Madre Gertrudis, Sor Fidela, Madre Cipriana, Sor Eufemia, Madre Carlota, Sor María Ángela, Sor Amalia, ... Religiosas en otros conventos: Rosario García Mármol, de Belén; Madre María Jesús, de Santa Catalina; Madre Isabel, de Madre de Dios.
También Sacerdotes y Religiosos, como el P. Recoder, Fray Ambrosio de Valencina, Don Miguel Jiménez, son explícitos al hablar de LA VIDA EN SANTIDAD que, en todos los estados de vida, llevó Madre Carmen.
Y entre los seglares, D.ª Luisa González, su hermana pequeña, como testimonio familiar de primera mano; y D.ª Pura Palma, que trató a Madre Carmen y casi estuvo a punto de ingresar en la Congregación, y que al iniciar su testimonio, se presenta como madre de un sacerdote, llamado Enrique Vidaurreta, asesinado durante la persecución religiosa de 1936.
(¡Las cosas de Dios¡ Doña Pura, es testigo de LA VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen; y nosotros hoy, al venerar a Don Enrique, damos gracias a Dios por la VIDA EN SANTIDAD nacida en la propia casa de Doña Pura).
CONCLUSIÓN
Esta VIDA EN SANTIDAD de Madre Carmen, ha podido ser reconocida, probada y proclamada en la Iglesia porque antes fue vivida.
En los seiscientos años de recristianización que estamos celebrando en Antequera, Madre Carmen es un regalo de Dios para nuestra fe, y un ejemplo claro para nuestra vida.
En ella vemos que “el amor es ocuparse de otro y preocuparse por el otro” ;
que bebe “siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios” ; que “reconoce en el hombre la imagen de Dios y quiere ayudarlo a realizar una vida conforme a esta dignidad” ; que emprende una Obra duradera porque sabe que “siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda; siempre habrá soledad; siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” .
Vemos que, en todos los estados de su vida, Madre Carmen tiene la seguridad de que “la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo” .
Por eso, el suyo es un modo de servir que la hace humilde; al ayudar, reconoce que ella misma es ayudada; hace con humildad lo que le es posible y, con humildad, confía el resto al Señor; porque sabe que Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros .
En Madre Carmen niña, joven, esposa, viuda, religiosa, comprobamos que “quien reza no desperdicia su tiempo “, y que“ la piedad no escatima la lucha contra la pobreza o la miseria del prójimo”, porque “el contacto vivo con Cristo es la ayuda decisiva para continuar en el camino recto” .
Digo ‘comprobamos’.
Porque entre su vida y su Beatificación hay una cadena de personas, lugares y hechos en los que estamos inmersos, que son cercanos, que son nuestros, que somos nosotros mismos.
Los escenarios y relatos de esa VIDA EN SANTIDAD no son algo extraño, lejano, reducido a las páginas de una biografía. Muchos de nosotros podemos decir: ‘yo estuve allí’, ‘mi testimonio se recogió en el Proceso’, ‘oí contar detalles a quienes lo vivieron en directo’.
Esta SANTIDAD vivida y contemplada tan de cerca, es hoy, para los que vivimos el sexto centenario de la recristianización de Antequera, un reto.
Seis siglos de Evangelio nos están demostrando que, a pesar de los avatares de la historia, cuantos han vivido fieles a Cristo en esta tierra, estaban convencidos de que “La familiaridad con el Dios personal y el abandono a su voluntad impiden la degradación del hombre”
En esta centenaria vida de fe, Madre Carmen es un eslabón que nos une a la historia cristiana de la ciudad.
Es la palabra ‘bella y buena’ que Dios dijo en Antequera en 1834, que se hizo VIDA EN SANTIDAD, y que hoy sigue resonando y nos invita a no romper esa cadena, a caminar hacia la santidad personal, familiar y comunitaria.
Este será el mejor fruto de la celebración del sexto centenario. “El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios.”
Preparemos ya con nuestra vida el VII centenario. Es cuestión de “Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo”
Los modelos que Dios nos ha puesto tan cerca nos animan a la santidad y nos dicen que “Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor”
Si de verdad nos empeñamos en que nuestra vida sea VIDA EN SANTIDAD, como Madre Carmen, como Don enrique Vidaurreta, como Santa Eufemia, podemos estar seguros de que nunca se pondrá el sol en Antequera.